¿La generosidad es rentable?


Desde hace años he sido amigo de muchos niños valientes que se han enfrentado contra el cáncer, algunos con éxito, como mi amigo Omar, y otros con una enorme valentía y dignidad como mi amigo Kevin qepd. Más allá de lo mucho o poco con lo que puedes apoyarlos económicamente a lo largo de este proceso de acompañamiento, estos pequeños gigantes nos han enseñado el valor de la generosidad, lo increíblemente bien que se siente compartir tu tiempo y tu vida con otros seres humanos.

Recuerdo la anécdota que me platicó mi amiga Ana, la mamá de Kevin “el niño de las pulseras” cuando en la cama del hospital él le dijo a su mamá: “yo le estoy echando muchas ganas y con el favor de Dios voy a salir adelante, mamá. Pero si yo llego a faltar, quiero que me prometas que vas a continuar con esta lucha, porque si no, ¿quien va a apoyar a mis amigos, a mis compañeros que también están malitos?”. Es impresionante que un niño, un preadolescente que se está pegando un tiro contra la muerte en su batalla contra el cáncer, tenga cabeza y corazón para pensar en sus amigos y pedirle a su madre que los siga apoyando a ellos, aunque él ya no esté aquí con nosotros.

En estos años de acompañar a estos pequeños que han sido ahora de mis más grandes amigos por todo lo que me han enseñado y todo lo que me han compartido, me volví “donador frecuente” de sangre. Hay varios requisitos para poder donar sangre y afortunadamente yo cumplo con todos, así que empecé a donar sangre y aprendí que puedo hacerlo de forma segura cada tres meses. Lo que yo no sabía es que donar sangre es muy positivo para mi propia salud, ya que “con la donación, la sangre fluye de manera menos perjudicial para el revestimiento de los vasos sanguíneos, lo que implica un menor riesgo de sufrir un ataque al corazón u otros accidentes cardiovasculares”. Sin saber, donando sangre para otros, mejoro mi propio sistema cardiovascular en mi propio beneficio de salud.

Por otra parte, recuerdo a mi amigo, don Fernando Barbachano, un guerrero incansable que finalmente perdió la vida por un problema renal y las constantes diálisis tan agresivas a las que se sometía en Mérida, Yucatán. En los 80s, don Fernando llegó a ser uno de los productores más exitosos de piña de México, con acciones en Mexicana de Aviación y uno de los principales dueños de tierra en todo Cancún. Recuerdo que me decía: “Roberto, la clave de mi éxito fue que yo incluí a los trabajadores mayas en las acciones de mis empresas compartiendo bonos de productividad sobre las ventas y utilidades; así, mis empleados estaban más motivados para trabajar y producir más, vender más porque así ellos ganaban más, y en consecuencia yo ganaba más dinero y mis empresas crecieron exponencialmente”. Hoy conocemos muchos modelos que se basan en compartir utilidades u otorgar bonos de ventas y productividad a los empleados, aumentando así las utilidades netas de las empresas.

Ahora me siento muy orgulloso porque mi güerito Roberto, de apenas 4 años de edad, me dijo: “papá, las guanteletas rojas (de beisbol) que me compraste me quedan grandes y se las quiero regalar a mi amigo Christopher (de 6 años) para que le den suerte en el nacional”, me sentí el papá más feliz del universo y le dije, “te felicito, hijo, un ser humano que aprende a compartir, aprende a crecer, yo aspiro a educarte bien para que tu paso por esta vida ayude a que este planeta sea un mejor lugar para vivir y que logres inspirar a generaciones enteras con tu ejemplo de vida, y compartir con generosidad es, sin duda, un gran principio, hijo”. Te invito a compartir, ser generoso se siente bien y aumenta tu autoestima.

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